Óscar Porras Sánchez, Country Director Spain, France and New Markets @Educatius Group, Certificate of Management Excellence (CME), responde a ASEPROCE.
Cuando estudiabas Filología Inglesa, ¿te imaginabas trabajando en este sector?
Siempre he sido muy inquieto y desde pequeño mi padre me animó a hacer programas en el extranjero, así que casi de una forma natural tenía que terminar trabajando en algo vinculado de alguna manera con nuestro sector. Lo que nunca pensé es en cómo los acontecimientos, empresarialmente hablando, se han ido desarrollando. El mundo empresarial es apasionante, sabes cómo empiezas, pero nunca puedes prever por los caminos por los que irás discurriendo.
Los dos últimos presidentes de ASEPROCE se incorporaron el mismo día a la organización. ¿Cómo recuerdas aquel momento y qué te motivó a entrar en la Asociación?
Lo recuerdo con mucho cariño y con mucha claridad, y fue en diciembre de 2007, ya ha llovido. Me acuerdo que la principal motivación era trabajar de una manera profesional, aprender de grandes empresas con trayectoria e imitar sus buenas prácticas. La gente fue muy amable, recuerdo estar contigo esperando la deliberación de las votaciones, cenar con Paco y Laura de Schola, los conocía por primera vez. Me leía todo lo que llegaba de ASEPROCE dos veces para no perder detalle, fue una época muy bonita.
Desde entonces, ¿cómo ha evolucionado el sector y qué cambios consideras más relevantes?
Ha habido un cambio generacional. Muchos de los empresarios que conocí en mi primera asamblea ya no están en la asociación porque se han jubilado. Me sorprendía mucho su espíritu emprendedor, pero creo que la nueva generación ha hecho una modernización de las empresas. También las empresas estaban más especializadas en algunos programas que ya casi ni existen, como prácticas de trabajo, y muy pocos hacíamos cursos escolares; ahora todo el mundo lo hace. Han cambiado las cosas, pero creo que se ha profesionalizado el sector.
En tus primeros años te incorporaste al Comité Directivo junto a un histórico como Juanma Elizalde, y viviste en primera línea la implosión de ASEPROCE. ¿Cómo fue esa etapa?
Era muy joven, no llegaba a los 30 años y mi empresa era muy pequeña, así que era más oyente que otra cosa, pero aprendí muchísimo y me hice muy amigo de Juanma. Muchos de los miembros de ese Comité Directivo tenían mucha personalidad y defendían sus posturas con mucha vehemencia. Al principio me sorprendían mucho las discusiones y luego me divertían. En ese Comité estaban nuestros queridos Juan Urdiaín y Luís Cervera, que desgraciadamente ya no están entre nosotros. Me acuerdo mucho de ellos y les echo de menos.
Posteriormente, ya como presidente, te tocó liderar el crecimiento de la Asociación con su refundación y la implantación de nuevas normas. ASEPROCE pasó de 30 asociados a más de 70. ¿Qué retos y satisfacciones supuso esa transformación?
Fue muy intenso, pero el mérito lo tiene Marta Galea, que trabajó como una auténtica “jabata”. Me lo puso facilísimo, yo era muy joven y ella era una profesional con mucha experiencia; para mí, trabajar con ella fue una universidad. Me respetaba enormemente y me escuchaba, lo mismo yo con ella, y yo seguía mucho sus consejos sin renunciar a mis ideas. Tuvimos que lidiar con situaciones desagradables, pero hacíamos un equipazo. Nunca tuvimos una palabra más alta que otra en mis 8 años de presidente y nos hicimos íntimos amigos; para mí Marta es mi familia. Luego llegó Cristina, que era un soplo de alegría, con mucho emprendimiento, y estábamos fascinados por sus ganas de hacer cosas y seguimos remando. El colofón fue la llegada de María, trabajadora, meticulosa y responsable. Aposté mucho por María para crear un departamento jurídico para ASEPROCE y no tuve ni media duda. Sabía que lo haría bien y el tiempo nos ha dado la razón. La tarea era difícil porque significaba sustituir a D. Carlos Lema, catedrático de la Universidad Complutense, con un conocimiento de nuestro sector como pocos. Llevaba desde la fundación de la asociación y escribió ni más ni menos que los primeros estatutos. Inicialmente, los asociados tenían alguna resistencia y hoy todo el mundo confía en ella a ciegas. Creo que fue una de las mejores decisiones de la asociación.
Con el tiempo, el reconocimiento a la labor de ASEPROCE ha traspasado fronteras. ¿Qué papel ha jugado la Asociación en el ámbito internacional?
Pues más de lo que nos pensamos. Aún pertenezco al Comité Directivo de FELCA y todas las asociaciones de todo el mundo nos toman como ejemplo en muchos aspectos. Creo que la imagen que enviamos es que somos una asociación unida y fuerte. Siempre el asociado tiene la sensación de que se podría hacer más a nivel internacional, y quizá es cierto, pero esto es una relación donde la diplomacia es muy importante y hay que ser cauto hasta dónde se puede apretar. Los mensajes que mandamos desde ASEPROCE son escuchados, y esto es muy importante.
Y entonces llegó la pandemia. ¿Qué impacto tuvo y qué cosas consideras que no volverán nunca a ser igual?
Nuestro sector sufrió mucho. Para mí las dos/tres primeras semanas fueron terribles, trabajaba 16 horas diarias. Creo que hablé prácticamente con todos los asociados, la gente lloraba conmigo al teléfono. A esto se sumaban situaciones personales muy duras, incluidos algunos fallecimientos de familiares de asociados. Estábamos todos muy despistados porque nunca nos habíamos enfrentado a algo así e íbamos aprendiendo sobre la marcha.
Creo que todavía necesitamos más tiempo para valorar las consecuencias, pero parece claro que el mercado de programas de verano no se ha recuperado a niveles previos a la pandemia; el número de familias anfitrionas ha descendido también notablemente, lo que ha creado dificultades a nuestros proveedores. Creo que todos estuvimos tan asustados que también somos más cautos.
No es lo mismo dirigir tu propia empresa que presidir una asociación de empresarios. ¿Cuáles fueron los principales retos y aprendizajes de tus ocho años de presidencia?
Lo más importante es que es muy difícil agradar a todo el mundo. Todos los asociados son los “decision makers” en sus empresas y, por tanto, les gustaría que su opinión fuese la que marcase el rumbo de la asociación. Es un trabajo de mucha diplomacia y mano izquierda. Se establecen vínculos muy personales con la gente. Marta Galea y yo fuimos por España a visitar a algunos asociados al poco de terminar el confinamiento para animarles porque la moral estaba muy baja. El mayor aprendizaje es que hay que saber acompañar, escuchar y actuar sin precipitarse. También descolgar el teléfono y llamar si recibimos un e-mail airado de un asociado, nunca responder por escrito. Marta siempre decía: “el papel todo lo aguanta”, y no puedo estar más de acuerdo.
Ahora, como expresidente, ¿qué crees que debe ser tu papel dentro de la Asociación?
Ninguno. 😊 Lo único que debo hacer es dar mi punto de vista como cualquier otro asociado, aunque con la experiencia desde el otro lado. Creo que nadie es imprescindible y yo menos. Propuse a la Asamblea cambiar la norma para no estar más de 8 años en el cargo; creo que la alternancia es necesaria.
Además, estás implicado en FELCA (The Federation of Education and Language Consultant Associations). ¿Cómo valoras esa experiencia y qué aporta a tu visión del sector?
Me gusta asistir a las reuniones, hablar con nuestros colegas de otros países; es muy interesante ver las dinámicas de otros países, entender sus problemas y ver cómo los afrontan. Podría hablar durante horas de algunos puntos que creo que deberían trabajarse en FELCA, pero no quiero aburrir a nuestros lectores. 😊
Mirando al futuro: ¿cómo crees que la inteligencia artificial afectará a esta profesión?
Creo que ya está afectando positivamente. Nuestros CRMs empiezan a estar vinculados a la IA y cada vez la usamos más en nuestro trabajo. Para mí la tecnología es muy importante y siempre he intentado invertir en ella. Es algo que siempre es difícil de decidir: a corto plazo es un gasto sin retorno de inversión; en Google ese dinero invertido te da leads inmediatamente, pero a largo plazo no hay otra salida.
El futuro no está escrito, pero sí lo podemos soñar. ¿Cuál es tu visión para los próximos años?
Mi sueño sería que este sector se sepa reinventar y que sigamos teniendo éxito. La tasa de natalidad sigue bajando en España y eso quiere decir que nuestro público objetivo disminuye al mismo tiempo que la competencia aumenta. El nivel de inglés de los jóvenes no tiene que ver nada con el de hace 10 años y menos aún con el de hace 20 años. Si tomamos como ejemplo los países nórdicos, eran las mayores potencias enviando estudiantes al extranjero y el descenso desde hace 10 años está siendo muy pronunciado. Ojalá podamos reinventarnos para que sigamos enviando a muchos alumnos al extranjero, quizá ya no tanto por el idioma sino por otras propuestas de valor.


