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Encendido: 30 junio, 2025 In: The ASEPROCE Insights

Juan Manuel Elizalde, Santander. Lleva más de 35 años en el sector de los cursos de idiomas en el extranjero, de los cuales dedicó 16 a la presidencia de ASEPROCE, desde el siglo pasado hasta 2015. Un histórico de la profesión, trabajador incansable y un referente dentro y fuera de España.

Comenzaste tu andadura en plena transformación de la era analógica a la digital. Para los que llevan menos tiempo, ¿cuáles eran las grandes diferencias entre la manera de trabajar entonces y la de ahora?

Muchas. Al principio, por ejemplo, los datos del alojamiento se mandaban por correo postal o incluso se dictaban por teléfono. Luego apareció el télex y, enseguida, el fax, lo que fue un avance espectacular para nuestro sector.
Y qué decir de internet, los correos electrónicos, etc. y ahora la IA.
También volar era mucho menos frecuente y popular, con lo que había muchas menos opciones.
En consecuencia, al principio había que trabajar con mucho más margen de tiempo que ahora y con procesos más complejos.

¿Cuándo llegaste a la presidencia preveías un mandato tan largo?

No, la verdad es que no. Con la Junta Directiva que presidía fuimos generando proyectos que requerían tiempo, e iban surgiendo situaciones que había que afrontar. Además, mi equipo era magnífico: muy «peleón» a la hora de proponer alternativas, pero tremendamente sólido una vez tomada una decisión, siguiéndola de manera unánime. Y eso facilita mucho las cosas a un presidente.

¿Las luchas de 1999 son parecidas a las de ahora?

La competencia desleal y el intrusismo han sido una constante en todos estos años, tanto desde el sector privado como desde el público, con lo que eso implica en cuanto a falta de profesionalidad en muchos de estos entes.
Quizás al principio de forma más burda, y ahora de manera más “sofisticada”.

En un momento dado decides que hay que darle la vuelta a la asociación y tomas la decisión más audaz y arriesgada de su historia.

La decisión de iniciar una vía de calidad, profesionalidad y legalidad, controlada y auditada por un auditor externo, fue dura —muy dura, diría— pero era necesaria si queríamos ser el referente para todo aquél que quisiera enviar a sus hijos o viajar él mismo en un entorno serio, profesional y de garantía.

Queríamos transmitir a la población que era muy positivo salir al extranjero para mejorar el conocimiento de idiomas, pero que debía hacerse con empresas profesionales, serias y legales.

Ahora, conociendo que tuvo un final feliz, todos te reconocen el mérito. Pero fueron tiempos muy duros.

Sí, fue duro, porque muchas de las empresas con las que veníamos conviviendo durante años tuvieron que tomar una decisión y decidieron marcharse. Algunas por complejidades legales o técnicas, y otras simplemente porque no creían en el nuevo rumbo de la Asociación.

¿Es la Norma ASEPROCE tu principal legado?

La Norma ASEPROCE, sin duda, es un legado importante y del que me siento muy orgulloso.
Pero creo que mi mayor legado es haber conseguido que empresas, que siendo competidoras, entendamos que también podemos colaborar entre nosotros, que compartimos muchos de los problemas del sector, y que juntos podemos encontrar soluciones y seguir creciendo como colectivo y a título individual.

Has sido presidente de FELCA y desde entonces sigues muy involucrado en la Federación. ¿Los retos son similares a los de las asociaciones nacionales?

Sí, es curioso, pero la mayor parte de la problemática de las agencias en todo el mundo es muy similar.
En algunas zonas, el tema de los visados es mucho más complicado que para nosotros, pero el resto de los retos —intrusismo, competencia desleal, etc.— es muy parecido.
FELCA es un punto de encuentro para compartir estas problemáticas y también una plataforma desde la cual buscar soluciones globales. Durante la pandemia FELCA defendió, creo que de forma muy positiva los intereses de los agentes en general frente a decisiones injustas y arbitrarias que las escuelas querían implementar (pagos por adelantado, depósitos, reembolsos, etc.)

Hemos pasado por guerras, pandemias, crisis económicas… pero ahora estamos viviendo incertidumbres creadas principalmente por el presidente Trump. ¿Nos acostumbramos pronto a las crisis o esto va a provocar un cambio en la elección de destinos?

Afortunada —o desgraciadamente— la capacidad de adaptación de nuestra sociedad es muy alta.
Los acontecimientos se suceden a una velocidad vertiginosa: hoy es Trump, mañana será otro.
Hay destinos que, pase lo que pase, siguen y seguirán siendo atractivos.

Cada vez hay más filtros, fronteras más herméticas y nuevos requisitos, pero la gente quiere viajar más. ¿Hacia dónde va nuestro sector?

Creo que nuestro sector debe encaminarse hacia una mayor especialización, tanto en los destinos como en los programas.

Hace 30 años el idioma era el principal objetivo, pero ahora la experiencia vital parece imponerse.

Totalmente de acuerdo. Cuando los primeros alumnos españoles salían al extranjero, en España ni siquiera se estudiaba inglés en los centros educativos.
Luego, el inglés se convirtió en algo “necesario”.  Y más tarde un segundo y tercer idioma. Hoy en día, el nivel de conocimiento del inglés es mucho mejor, pero lo que se busca ahora es madurez, independencia y, en definitiva, que los jóvenes “abran sus mentes”.
Y eso solo se consigue viajando y enfrentándose a nuevas experiencias.

¿La IA podrá sustituir la experiencia de vivir en otro país?

Creo que no. Cada alumno es único, y en consecuencia, su experiencia personal también lo es.
Igual que la IA no podrá sustituir a los aviones (quizás a los pilotos), tampoco podrá sustituir nuestras emociones, nuestras reacciones, nuestras vivencias.

Eres un reputado coleccionista de arte. ¿Dónde podremos disfrutar de tus cuadros en los próximos meses?

Jajaja. El coleccionismo, para mí, es una pasión, una forma de disfrute y de conocimiento y también por qué no decirlo de “escape” de nuestro complejo trabajo.
Posiblemente, la próxima exposición de nuestra colección sea en Madrid, y me gustaría aprovechar para invitaros a todos.