Estos tiempos de cambio e incertidumbre nos dejan valiosas lecciones, tanto a nivel individual como para nuestro sector, y debemos ser capaces de transmitirlas a nuestros clientes. Tal es el grado de vacilación del señor Trump y su equipo, que cualquier afirmación contenida en este artículo corre el riesgo de quedar obsoleta en cuestión de minutos.
En estos intensos primeros 100 días hemos comprendido que el mundo es profundamente global en todos los aspectos, mucho más allá del plano económico. La autarquía y el cierre de fronteras resultan inviables, y solo conducen al empobrecimiento de los pueblos. Hoy sabemos que nuestros teléfonos móviles, automóviles y la tecnología que usamos a diario se fabrican en una infinidad de países. Un coche difícilmente volverá a ensamblarse por completo en Detroit por un trabajador nacido en Michigan, así como nuestro teléfono no será ensamblado por californianos en una fábrica del Silicon Valley.
Hace 68 años, con el Tratado de Roma —tras dos guerras mundiales— aprendimos que Europa podía unirse desde la concordia. Cuatro años más tarde, el presidente John F. Kennedy aprobó la ley del Programa de Intercambio Cultural (J1), cuyo éxito ha perdurado hasta nuestros días, gracias a la generosidad infinita con la que la sociedad estadounidense sigue sorprendiéndonos. Una generosidad que permanece intacta. En el trato personal, el ciudadano estadounidense sigue formando parte de una sociedad abierta, solidaria, comprometida y amante de la libertad.
Si el presidente Donald J. Trump hubiese cursado un año académico en el extranjero, probablemente estaríamos hablando de una persona distinta, al menos en lo que respecta a su empatía con el resto de la humanidad. Por eso, hoy más que nunca, cobra sentido nuestra misión: ofrecer a los jóvenes experiencias que los hagan mejores personas, que les permitan vivir una formación académica más global, abrirse a otras formas de entender el mundo y contribuir, entre todos, a una sociedad más justa y próspera, basada en la comunicación. Una sociedad más sensible hacia otras culturas, ideas y creencias, que sea fiel al espíritu de los padres fundadores de la democracia más antigua del mundo.
Los contrapoderes establecidos en la propia Constitución estadounidense, especialmente a través de la Décima Enmienda, dejan claro que los derechos y atribuciones de los Estados y del Pueblo están protegidos, limitando así el alcance del gobierno federal en ámbitos tan cruciales como la educación.
Cien días del 47º Presidente de los Estados Unidos, 64 años del Programa de Visitantes de Intercambio, y un futuro esperanzador lleno de lecciones aprendidas.
Pablo Martínez de Velasco, 8º Presidente de ASEPROCE


